El Templo Parroquial
 

 

 TEMPLO PARROQUIAL

En el año de 1873, el Padre Patiño compró al Señor Rosendo Robledo en la suma de seiscientos cuarenta pesos ($640 ), una casa y su correspondiente solar, situados ambos en la esquina sur de la plaza, con el fin de levantar un templo digno de la floreciente población. Fue nombrado tesorero especial de los fondos del nuevo templo don Ricardo Ángel J. el mismo año y con la solemnidad que el caso requería, fue bendecido el lugar y colocada la primera piedra, la que según datos que os suministraron, la condujeron hasta ese sitio Pascual Gutierréz y Heliodoro Restrepo.

Los planos fueron encomendados al ingeniero alemán Guillermo Marthin, lo mismo que la dirección de la obra. En ausencia de éste lo remplazaba Rafael Ospina. No sabemos si por carencia de fondos o por qué motivo, los planos sufrieron alteraciones sustanciales que perjudicaron notablemente el conjunto. De regreso el ingeniero Mr. Marthin, penetró agachado al interior del edificio y habiéndosele preguntado de cuál era el motivo para que entrara de esa forma, él respondió indignado: “por temor a golpearme la cabeza en los cielos”. Los pacoreños residenciados en Pereira recibieron los planos, y de acurdo con ellos fue levantada la iglesia de la Pobreza.

A orillas de la quebrada de Pácora, en la Margarita y en un solar de propiedad de Tobías Ospina, se construyeron tejares para la confección de teja y adobe. El contrato para proporcionar estos materiales fue echo con los señores Nazario Ospina, Joaquín López, Jesús Ma y Luis M. Tirado, Agapito Henao y Quintín López.

Las maderas fueron traídas en convites organizados por el P. Patiño, de los montes de San Antonio, Alto de la Ciénaga y el Silencio. A los peones había que proporcionarles panela y aguardiente se refiere que al P. Patiño lo entraban los domingos montado en una enorme viga, los que simpatizaban con su política, y los contarios entraban al Cooperador, esto lo hacían a fin de avivar más el entusiasmo de los feligreses en el arribo de materiales de construcción.

Don Sinforoso Valencia, el maestro Ildefonso y Pablito Martínez realizaron trabajos admirables de ebanistería en el nuevo templo. A ellos e les debe el hermoso altar mayor, los altares laterales y el techo.

El dorado, en papelillo de oro soplado, es obra del artista envigadeño Agustín Montoya (año de 1.888). Cumple advertir que el Padre Gómez cuidó con esmero el dorado de los altares, que da un aspecto celestial al interior. Tampoco permitió nunca que se decoraran los cielos, pues en esto obraba de acuerdo con el señor Obispo Joaquín Pardo Vergara, quien en el año de 1893 expresó su voluntad al respecto, en la siguiente forma: “Como hoy hemos sabido que entre los vecinos no hay igualdad de pareceres acerca de si el techo de la iglesia o el cielo raso de ella debe dejarse como está o pintarse, resolvemos que por ningún motivo se pinte, sino que siempre se conserve como se halla actualmente”.

Proporcionaron materiales para el templo, los siguientes: cal, Felipe Gil y Bernardino Redondo; maderas, Juan Cancio y Juan Valencia; teja y adobe, Pedro Ospina, Braulio Mejía, Felix Marín y Carlos Gil; clavos, Ricardo Ángel y Faustino Gutiérrez; bejuco, José Quintero; y cañabrava, Mariana Peláez y Nicolás Salazar. En la labor de levantar los cimientos trabajaron los siguientes: José Manuel Gutiérrez, Fermín Gaviria, Eustaquio Rivera, Protasio, Ildefonso, Hipólito y Alejandro Castro, Estanislao Loaiza, Lucio Tobón, Benjamín Posada, Pedro González, Manuel Antonio Vargas, Rafael y Tomás Londoño, Casildo e Isidro García, Celestino Restrepo, etc.

El 6 de Diciembre de 1880, concedió permiso el señor Obispo José Ignacio Montoya para trasladar los altares y vasos sagrados de la antigua al a la nueva iglesia, lo mismo que para bendecirla y administrar en ella los sacramentos. Este permiso fue concedido al Padre Juan Bta. Gutiérrez. Al mismo Pbro. Gutiérrez, el 10 de Marzo de 1881. Le concedió licencia el señor Obispo de Medellín para celebra la primera Semana Santa, como también para recolectar limosnas especiales con el fin de continuar la obra.

Al retiro del P. Gutiérrez. Vino a encargarse de la parroquia el Pbro. Silverio Adriano Gómez, como cura propio. Una vez posesionado de su parroquia se entregó por entero a la labor de terminar el nuevo templo, durante la época de su administración la obra quedó concluida felizmente y la iglesia dotada de imágenes, ornamentos y vasos sagrados.

 
   
 
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